jueves, 31 de marzo de 2016

El TIC bajito

La raya marcada con lápiz sobre el armario de la habitación apenas si se alejaba de la anterior. Unos escasos milímetros de diferencia hacía parecer a quien no supiera nada sobre aquello, una superposición de rayajos sin ton ni son.

Su padre, sin embargo estudiaba analíticamente tales trabajos y se desesperaba al ver que el despegue que el anhelaba en su primogénito no se producía.

Juan, era normal tirando a bajito para su edad. La genética no decepcionaba en sus expectativas y se aplicaba en cumplir su principio fundamental. De unos padres muy pequeños no se podía esperar un hijo alto. 

El chico destacaba en el deporte y como los tiempos dictaban que la estatura era algo fundamental, su padre se negaba a aceptarlo y ponía todos los medios disponibles para que su hijo creciese.

Por esa razón, medía semanalmente a su hijo en el armario estudiando meticulosamente su evolución. Aquel proceso de estricto control terminó por obsesionar a Juan, que en muchas ocasiones tenía pesadillas con el dichoso armario y con líneas menguantes en vez de crecientes. Llegó incluso a meditar el uso de una goma de borrar y trampeo de mediciones para contentar a su padre, aunque nunca lo hizo.

Entre mediciones, mediciones y más mediciones transcurrió su pubertad.

Finalmente no llegó a deportista profesional, aunque continúa disfrutando del mismo hasta la fecha. Estudió una ingeniería y ahora es un TIC de la administración General del Estado.

En su cometido, es jefe de proyecto de varias aplicaciones. Se siente muy orgulloso de las mismas, creyendo honestamente que son de gran calidad y utilidad. Disfruta con su trabajo, pero hoy ese goce se ha debido quedar en casa presintiendo algún suceso funesto para sus intereses.

Su jefe directo le ha indicado que es preciso medir el ahorro que supone el uso de sus aplicativos en términos de costes económicos. El ha tratado por todos los medios de justificar que no es posible tal cosa, ya que las funcionalidades implementadas son de origen cualitativo no medibles directamente. Cualquier cálculo sería completamente ficticio y no denotaría en ningún sentido la realidad.

-Sí, te entiendo, pero desde las altas esferas nos lo requieren. Podemos tu y yo entrar en ese debate filosófico, pero no nos serviría de nada ya que hay que hacerlo de todos modos. Aplica alguna fórmula básica como hacen los demás y no te compliques en exceso, haz una sencilla medición- Replica su jefe.

Juan coge una cuartilla, ni siquiera se presta a abrir una hoja de cálculo y escribe en ella: siguiendo el modelo de costes OCDE, asumiendo que el ahorro de una presentación electrónica para el ciudadano es de setenta y cinco euros y presuponiendo un hipotético uso pleno de la aplicación electrónica, el monto total a consecuencia de usar su aplicación asciende a dos millones de euros.

-Con dos cojones- se dice para sí mientras le vienen a la mente los rayajos con lapicero del armario de su habitación. Esta vez la línea la ha marcado bien alta.

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