miércoles, 8 de mayo de 2019

Apariencias seductoras

Juan se despertó aquel viernes de buen humor preparándose para asistir a unas jornadas sobre desarrollo tecnológico en el ámbito nacional. Allí habían acudido reconocidos directivos, impartiendo cada uno de ellos una charla. Como trabajaba en el día a día sobre lo versado y, por tanto conociéndolo en detalle, no se vio sorprendido por las grandilocuentes palabras que escuchaba. Desde el comienzo, pudo constatar un gran esfuerzo retórico por cada uno de los ponentes tratando de seducir a la audiencia sobre lo espectaculares y maravillosos proyectos que se estaban abordando. En cambio, apenas escucho autocrítica en toda la jornada, ni un atisbo de frase que invitara a la reflexión.

Él, desde luego, no compartía ese punto de vista. Aún así supuso que sería cuestión de mantener buenas apariencias y quizás este tipo de jornadas a alto nivel era lo que requerían.

Aquella misma noche quedó con su amigo Ricardo para cenar y luego tomar algo en cualquiera de los pubs cercanos. Siendo soltero y todavía joven, seguramente actuaba según lo que correspondía hacer en ese contexto.

Juan era muy buena persona. Tenía una gran belleza interior, no tanto exterior. En realidad era el único que soportaba salir de marcha con su amigo, que realmente era todo fachada, pero vano por dentro. 

La velada no terminó diferente a otras. Ricardo apoyado de su imponente físico conquistó a una chica muy guapa, mientras Juan regresaba sólo a casa en una noche fría. -¿Acaso esperaba otro desenlace?- Reflexionó.

A raíz de los últimos acontecimientos, el fin de semana fue para Juan algo más melancólico de lo habitual. Con todo, el se consideraba feliz, era una persona auténtica y coherente con sus valores, muy lejos de la superficialidad que imperaba en aquellos tiempos. Además, en el trabajo tenía retos que le motivaban e intentaba día a día que los usuarios de sus aplicaciones tuviesen cada vez mejores experiencias. Sus aplicativos estaban llenos de contenidos útiles, aunque sus interfaces, muy acorde a su estilo personal, no seducían. Eso sí, aquellas personas que concedían un tiempo a utilizarlas terminaban plenamente enamorados de su funcionalidad.

El lunes comenzó con una importante demo en la que Pedro, un compañero suyo, y él debían hacer una presentación a un directivo sobre sus últimos proyectos. Conocía sobradamente el trabajo de Pedro y sabía que sus aplicaciones aunque muy bien vendidas por su parte, no eran realmente útiles, ya que apenas conversaba con sus usuarios. Sin embargo, al terminar la exposición, el directivo se aproximó a Pedro y le felicitó efusivamente. En cambio no dirigió la palabra a Juan.

Ese ninguneo al que se vio sometido terminó por colmarle dándole la puntilla. Se dijo a sí mismo que ya no toleraba por más tiempo ese tipo de injusticias. No se limitó a lamentarse y clamar justicia universal, sino que pasó a la acción.

Se compro cinco trajes nuevos y respectivas corbatas, camisas de marca, fue a la peluquería e hizo uso de la gomina y se compró un caro reloj. A su vez, decoró con el mismo mimo que a su persona, la fachada de sus aplicaciones olvidándose por completo de su interior, de su funcionalidad. Finalmente hizo varios cursos para hablar mejor en público y recibió lecciones de comerciales prestigiosos para aprender a venderse mejor.

Al cabo de un tiempo, alcanzó el éxito laboral. Ciertamente sus aplicaciones dejaron paulatinamente de ser tan útiles y prácticas como antaño, pero había aprendido mediante un adecuado uso de la palabra, que aquello no trascendiera. También fue capaz algunas noches en compañía de Ricardo de no volver sólo a casa. Incluso en alguna ocasión su propio amigo era el que lo hacía.

Pese al gran prestigio del que ahora goza, Juan no es feliz. Siente que se ha traicionado, que su apariencia es toda mentira, pero ha ido tan lejos y saboreado las mieles del triunfo que no puede plantearse siquiera la marcha atrás. Exitoso por fuera y triste por dentro.

Un día, al regresar a casa de su jornada laboral, se encuentra con Ana, una usuaria suya inteligente y atractiva a la par, que le conocía bien desde hace tiempo. Realmente Juan siempre tuvo sentimientos hacia ella, pero su timidez le impedía mostrárselos.Tras los primeros diálogos intrascendentes ella se atreve a decirle:

- ¡Me gustaban mucho más las aplicaciones de antes...y el Juan de antes también!

Acto seguido le guiña el ojo mientras le sonríe y se despide.



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