martes, 7 de mayo de 2019

La reprimenda


Tras ya varios años en el puesto de coordinador de un área de desarrollo en el Ministerio,  a Manuel le tocaba hacer balance sobre situación de los proyectos. Es indudable que algunos de los mismos, se encontraban en un estado más avanzado que otros,  siendo más versátiles, eficientes y  en definitiva con un acoplamiento mayor a las necesidades concretas de los usuarios. Entre todos ellos despuntaba de manera patente el sistema de gestión de expedientes.

Entre las causas de aquella supremacía había no pocos candidatos: equipo técnico más cualificado, usuarios más involucrados, mayor o menor presupuesto y atención, etc.  Aún así, el contexto facilitó la tarea de cribado, al ser más o menos homogéneos los distintos proyectos analizados en los parámetros señalados.  Finalmente, Manuel dedujo que la gran iniciativa del jefe de proyecto, junto con la del equipo que lo respaldaba, había sido determinante en el proyecto destacado.
En un entorno altamente burocrático como es la Administración, el tener un equipo resolutivo, que no se deje enmarañar por las muchas veces aparentes y no reales telarañas del miedo a la evolución, había sido de gran valor.

Lógicamente y como consecuencia del perfeccionamiento y el progreso, Manuel se había visto de vez en cuando en alguna tesitura incomoda. Las actualizaciones de las versiones no siempre habían funcionado de manera exquisita, y digamos que la evolución de la aplicación era más bien escalonada y  no en línea recta. Con todo, los errores que se cometían, se terminaban solucionando y los usuarios que contaban con  bagaje, y que sabían de dónde provenía la aplicación, estaban encantados con el discurrir.

Un día, en una de tantas evoluciones del aplicativo, ocurrió un hecho desgraciado que ocasionó cierto trastorno. Nada realmente grave que no pudiera corregirse, pero los responsables del procedimiento, que no conocían lo mucho y bueno que se había realizado a nivel técnico, lo consideraron un error poco menos que imperdonable, tratando de buscar un culpable y careciendo de tacto en las formas. Una reprimenda injustificada.

El equipo en conjunto y el jefe de proyecto en particular, tuvo que admitir públicamente su responsabilidad por haberse precipitado en su decisión, y a pesar de que Manuel quiso quitarle hierro, alegando que todos estaban en el mismo barco y que sólo se equivocaba quien realmente actúa, la huella del daño quedó indeleble. No es de extrañar, viendo como otros equipos no sufrían ningún tipo de comentario despectivo, aún empleando un comportamiento más pasivo. Desde aquel entonces la gris actitud burócrata y garantista primó sobre el fulgor desparpajo de la iniciativa. Las tareas de trámite engulleron a las verdaderamente importantes.

Han pasado otro par de años desde entonces y un nuevo balance ha de realizarse. El sistema de gestión de expedientes ya no figura entre los proyectos mejor valorados.

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