Todo jefe de proyecto una vez haya conseguido que su
aplicación sea utilizada y con cierto éxito, se enfrenta tarde o temprano al siguiente dilema moral: seguir las directrices de
sus superiores jerárquicos o actuar en consonancia con las peticiones de los usuarios en
cuanto a las evoluciones del aplicativo se refiere.
Paradójicamente no pocas veces resultan divergentes los deseos
de los jefes con respecto a los de los usuarios
finales. Los primeros, mucho más posicionados en el plano cuasi comercial y el
mundo del marketing necesitan de grandes titulares que vender constantemente para así continuar en la
cúspide de la innovación tecnológica y el progreso. Esto se traduce en que lo que quieren oír
sobre los proyectos son grandes evoluciones completamente disruptivas, que
llamen la atención por algunos de los atributos más en boga en la esfera
tecnológica actual y que en el momento presente podrían ser: servicios en la
nube, reutilización, integraciones o consolidaciones, big data, etc. En cambio, su atención disminuye
considerablemente si lo que se plantean son detalles concretos bien funcionales
bien de usabilidad, rendimiento u otros atributos no funcionales del proyecto
por mucho que los usuarios sean lo que demanden.