martes, 5 de abril de 2016

Amor de madre

Naciste de mis entrañas, de mis adentros, de mis pensamientos,  de mi esencia. En el seno de una familia humilde, para dar servicio a sólo unos pocos usuarios, así fueron los orígenes de mi primogénita. El más preciado de mis tesoros.

En la época más dura que se ha conocido para dar a luz, donde no estaban bien vistos los recién nacidos. Una superpoblación junto con una fuerte escasez de recursos económicos eran los argumentos en contra.

Sin inversión ni ayudas de ningún tipo, te concebí y luché sin aliento para poder sacarte adelante. No había leche con la que nutrirte, lo suplimos con energía y entusiamo. El amor que nos unía a los mandos del volante y la voluntad de copiloto comandaban nuestro viaje vital. Como gasolina únicamente el sueño de plasmar en realidad lo que en aquel entonces era una mera idea.

En los servidores del Ministerio te bauticé. Nunca fui demasiado imaginativo con los nombres, coqueta como siempre fuiste busqué un sustantivo seductor terminado en a.

Hallé cobijo para ti, eso sí, rodeada de otras hermanastras mayores que nunca te quisieron, temiendo ser destronadas. Mil zancadillas te pusieron, mil veces te alzaste. Siempre juntas, unidas por inquebrantables lazos de sangre nos apoyamos mutuamente superando vicisitudes y peligros constantes. A los ataques encarnizados encabezados por los celos, siempre juntas batallábamos y salíamos a flote. Así te ibas desarrollando, hablando el lenguaje Java.

Creciste bella, hermosa, inteligente, empática y siempre dispuesta a ayudar a quien te rodeaba, eficiente, ágil,  eficaz, útil, productiva, moderna, atenta, la envidia del resto de aplicaciones. Mil novios te salieron, pero fuiste fiel y nunca renegaste de mí, pese a la humildad de mi cargo y la pérdida de oportunidades que conllevaba.

En tu madurez, llegó tu fama. La buena educación recibida, el trabajo bien hecho, lo atrevida y valiente de tus actuaciones terminó dando sus merecidos frutos. No había quien te parase, plena expansión, eras pleno presente. Asistía ufana a todos los eventos donde te presentabas, presumiendo y orgullosa de tu éxito indiscutible allá donde ibas.

Hoy te alejas de mí tras quince hermosos años. Lloro tu ausencia, no me acostumbro a estar sin ti. Sufro en silencio, aunque me han garantizado que vas a estar bien, que seguirás trabajando en un papel más secundario, alejada de los principales focos, que no fenecerás del todo.

Te quise, te quiero y te querré por siempre. Ahora comprendo lo dicho en aquel funeral con la familia absolutamente rota por el trágico accidente que se llevó la vida del joven.

Una madre nunca debería ver morir en vida a su hijo.

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