miércoles, 9 de marzo de 2016

Ligando en la ofi

Carlos, un chico joven recién aprobado en la oposición TIC para la Administración General del Estado, había entrado a trabajar por la puerta grande. Adrián, su jefe, le estaba esperando con los brazos abiertos, haciéndole responsable de un proyecto con gran actividad y que requería acometer una tarea urgente.

De este modo, sin apenas tiempo para aterrizar, trató de asimilar todo lo posible acerca de la aplicación evitando distracciones. Carlos además de su juventud era muy apuesto, siempre destacaba ante el público femenino en los lugares a los que iba. En la oficina, ya había sucedido que una alta directiva de nombre Julia, había puesto la mirada sobre él y, aunque sutilmente, había mostrado sus intenciones enviándole algún email con regusto picante. Él, aunque de momento soltero y  pese a considerarla atractiva, había preferido no contestar aquellos correos. Prefería no mezclar temas personales con el trabajo, y el hecho de que Julia fuera una persona muy relevante en la organización, no le hacía cambiar de parecer. Creía en la meritocracia y se consideraba buen profesional como para necesitar de ese tipo de artimañas para crecer profesionalmente o simplemente sentirse valorado y reconocido.

Pasaron algunos meses desde su primer encuentro con Adrián y, con exactitud aritmética, cumplió su compromiso de tener lista la nueva versión del proyecto. Su jefe le había pedido agilidad y así había obrado. Apoyado en su equipo, consiguió tener a tiempo todos los scripts y fuentes necesarios, sólo faltaba atar los flecos del pase a producción. Para ello se convocó una reunión con los responsables de sistemas a fin de planificar y asignar tareas.

Ya en la reunión, Carlos repasó brevemente a los asistentes el trabajo realizado poniendo especial énfasis en que la ejecución de los scripts era delicada, llevaría tiempo y debía ser  implementada por su equipo, que era los que conocían su funcionamiento.

Enseguida recibió un directo y frontal rechazo por los compañeros allí presentes. Aquellas actuaciones eran intolerables teniendo en cuenta que si algo iba mal, el personal de sistemas  tendría la responsabilidad última. Por tanto, ellos debían conocer con el detalle necesario todo lo que se iba a hacer e incluso realizar la ejecución de los scripts en colaboración con los desarrolladores.

Carlos, que era bastante diplomático, reconoció que efectivamente lo que le proponían era una buena práctica. Con todo, indicó que su jefe había exigido que no hubiese retrasos y modificar ahora el procedimiento de actuación no era compatible con aquello. No obstante, aceptó cambiar el modus operandi en posteriores versiones del sistema. Añadió, eso sí, su gran sorpresa por la disconformidad con su propuesta, teniendo en cuenta que su equipo le había comunicado que durante más de cinco años habían trabajado de ese modo, completamente independientes de sistemas para los pases a producción y sin ningún tipo de rechazo por nadie, al haberse definido el proyecto como prioritario.

Pese al buen tono de Carlos y sus razonables motivos,  el resto no cedió en sus pretensiones y durante dos arduos meses se limitaron a explicar concienzudamente al personal de sistemas las tareas que suponía el cambio a la nueva versión en cuanto a bases de datos y almacenamiento.

Finalmente, con un gran retraso y sintiendo que el control de sistemas había sido completamente desproporcionado,  ha llegado el día de su puesta en producción.

Ha significado para él un gran desgaste a consecuencia del duro trabajo y lo poco gratificante de la experiencia de los últimos meses, por no mencionar el continuo quejido de su equipo y las constantes comparaciones  a las que se vio sometido por ellos cuando valoraban la incómoda forma de trabajo actual frente a la situación anterior.

En la mañana de hoy, Carlos está desayunando con otros compañeros. Durante la conversación, alguien está preguntando por el gran ascenso que Jorge –el chico que estaba al frente del proyecto previo a Carlos- ha tenido recientemente. Otro, a bote pronto responde casi de forma inmediata: - no sé de qué os sorprendéis,  todo el mundo sabe que Jorge es íntimo de Sergio “el gran jefe”.

Carlos, que estaba mojando la tostada en el café, ha quedado paralizado ante aquellas palabras hasta tal punto de que la tostada, ya empapada, ha terminado por caer a plomo dentro del café salpicándole la camisa. Había oído hablar demasiado a sus subordinados sobre lo cómodo, práctico y sin ataduras de ningún tipo a la hora de trabajar con Jorge, como para que esas palabras no surtiesen efecto alguno en su cabeza.

Al volver del desayuno Carlos, sin pensarlo dos veces, abre el correo y responde uno de los mensajes que Julia le había mandado. Su texto es mucho menos sutil que las disimuladas propuestas que ella le enviaba.

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