miércoles, 13 de enero de 2016

Hombre vs Máquina

La confrontación hombre-máquina persiste aunque el paso del tiempo es un gran aliado de la segunda y debería darle la victoria final. Obviamente no es una batalla al uso, el hombre mientras salvaguarde su bienestar, no se vulneren principios morales y continúe al mando de toda la infraestructura tecnológica está encantado de que la máquina vaya adquiriendo cada vez más competencias y responsabilidades. Más tiempo libre, mayor eficiencia y eficacia son algunos de sus argumentos para dejarse derrotar sin lamentos.

En estos últimos años la máquina ha pisado el acelerador con fuerza, sin embargo todavía hay nichos que se escapan a su control. Así, en mi caso todavía sigo haciendo la cama todas las mañanas si no quiero que mi mujer empiece el día con mal semblante.
Esta gran lucha se extiende a todos los ámbitos, incluido la Administración Pública. Cada vez son más las tareas automatizadas que se realizan en el sector público, y si no se consigue que sean plenamente automáticas, al menos sí que se apoyan en la tecnología para realizar cualquier trámite que tenga lugar.

Los TIC son los conductores de las máquinas en la Administración en su camino a la victoria. Somos humanos sí, pero en la batalla hombre-máquina nos decantamos por la máquina. No es una traición, ya explicamos que el hombre prefiere ser derrotado.

El peligro de las guerras es que no gustan las medias tintas. En las mismas, al igual que sucede también en otros deportes de competición, la confianza en uno mismo juega un papel trascendental.  En el momento que se prueba las mieles de la conquista, sirve de acicate para querer más, se gana moral y ya no hay quien lo pare. No existe la mesura y solo se vislumbra aniquilar al rival.

Ese escenario es el que tenemos en la Administración. Las TIC conquistando absolutamente todos los procesos y procedimientos tanto de gestión interna como de cara al ciudadano. No dejando títere con cabeza, buscando incluso victorias no ya sólo en el plano práctico sino también de carácter psicológico como es el caso de propugnar que la denominación correcta de Administración debiera ser Administración Electrónica porque o es electrónica o directamente no es. Casi similar al tema de Cataluña con su conflicto de identidad: nación, región, país, etc.

La última táctica militar digital que me ha llegado es el objetivo de conquistar el proceso de decisión de la productividad de los empleados públicos.  Más que a la productividad, lo que he escuchado es a lo que se conoce como bufandas y que vienen a ser algunas pagas muy esporádicas que se llevan a cabo para premiar el trabajo bien realizado del personal.

La productividad y, en mayor medida las bufandas, son la parte de la nómina más asociada al rendimiento y méritos del trabajador. La productividad en bastantes ocasiones se haya definida de antemano, ligándose erróneamente a temas de horario. Las bufandas, al menos en mi experiencia, sí que son más discrecionales, pudiendo generalmente el superior jerárquico decidir voluntariamente la parte que corresponde a cada trabajador.

Se trata por tanto, hasta ahora de un terreno donde el hombre domina en la decisión, y eso a la máquina no le sienta bien y pretende arrebatárselo.

Las operaciones militares que está llevando a cabo en este sentido son sistemas de información que persiguen la asignación automatizada de productividades. Hay alguna propuesta ya concreta y con inversión ejecutada, como veo que todavía no están publicados me abstengo de mencionarla.  

Resumidos en crudo, estos sistemas mediante una fórmula matemática que presenta como componentes principales un indicador de trabajo (como puede ser el número de expedientes resueltos), el número de personas que han intervenido en el mismo y algún que otro adulterante para diferenciar casos en cuanto a la ponderación del coste del indicador en cuestión, consiguen mágicamente asignar de forma objetiva y mucho más justa lo que debe corresponder a cada trabajador en cuanto a bufandas y/o productividades.

Que queréis que os diga, reducir y simplificar la calidad del trabajo realizado por una persona a una fórmula objetiva, obviando por ejemplo que hay muchas tareas que se realizan que no están cuantificadas, que todo está interrelacionado no pudiéndose disgregar el trabajo que hace una persona de una forma objetiva, y el clima de competitividad que fomenta en vez de cooperación, me parece completamente fuera de lugar.

Me imagino si finalmente los sistemas de decisión se implantasen, al personal examinando la fórmula detenidamente y atendiendo exclusivamente los parámetros de la misma. Dejando a un lado todo lo que no venga reflejado en ella. Los efectos secundarios que se producen con las batallas hay que tenerlos muy en cuenta.

Concluyendo, la subjetividad para valorar como se realiza el trabajo es harto necesaria. Sin duda, cuando entra en escena la arbitrariedad se producen casos injustos, pero al no existir el sistema perfecto en este sentido, se convierte en el mejor de los sistemas posibles. Por el momento, el hombre no puede perder esta batalla concreta contra la máquina y los TIC no debemos conducirlas hacia el éxito. Centrémonos mejor en otras guerras.

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