viernes, 22 de enero de 2016

El señor lobo

Últimamente me ha llegado algún comentario donde subyace la idea de que soy contrario a las actuaciones de los TIC y no comparto sus ideas a raíz de algunos artículos escritos en el blog. Al menos eso me ha parecido, y subrayo lo de parecido porque los comentarios no son evidentes y exigen lecturas entre líneas.

Todo esto resulta algo hilarante, dado la escasísima audiencia que conlleva el blog y lo mindundi que soy en este mundillo, pero ha sucedido, así que voy a matizar un par de cuestiones a ver si no vuelve a ocurrir.

Pertenezco al cuerpo TIC y acabo de cumplir diez años en la Administración. Desde luego que aplaudo y valoro como es debido los conocimientos, compromiso, entusiasmo, y sensatez de los compañeros TIC así como el gran valor que aportamos a la Administración.

Los TIC no lo tenemos nada fácil, fundamentalmente por dos razones, dejando a un lado el tema económico y la falsa creencia entre algunos viandantes de que la tecnología debe siempre funcionar igual de bien a como lo hace en las películas. A saber:
  • La complejidad del tejido administrativo tan descentralizado provoca que las soluciones tecnológica también lo sean. Ya argumenté sobre esta idea aquí:
  • El que la administración tenga que ser tan garantista en cuanto a la prestación de derechos, exige que haya que trabajar con tecnologías como la firma electrónica que se ha demostrado que dificultan enormemente la interacción con el ciudadano.
Sobre este segundo punto, efectivamente los bancos y otros comercios han buscado y encontrado soluciones alternativas a la firma digital “clásica”, que ahora desde la Administración también imitamos. Pero, voy a recordar un concepto que se suele olvidar u omitir: 

La firma electrónica con certificado no solo garantiza la autenticidad y el no repudio, sino también la integridad.

La integridad, dicho en corto, es aquello que garantiza que el mensaje enviado por un ciudadano (emisor) no ha sido alterado y llega intacto al destinatario. 

Otras alternativas muy en boga actualmente, como por ejemplo enviar un mensaje al móvil con un código que luego se utilizar para realizar la transacción, no proporcionan ningún tipo de garantía en cuanto a integridad.

Así que a la Administración le toca comerse el marrón de la firma con certificado para aquellos trámites que sí requieran de fuertes garantías. Y los hay. Imagínense por ejemplo, un señor que presenta electrónicamente una compensación económica debido a interés por demora en la resolución de un expediente, y al destinatario le llegan unos cuantos ceros de menos de los que había pedido.

Los bancos y otros sectores adolecen de los mismos problemas que la Administración cuando implantan soluciones de firma electrónica con certificado. Lo que ocurre es que procuran siempre proporcionar otras alternativas. No es cuestión de que la Administración sea un desastre implantando soluciones electrónicas a los ciudadanos, es cuestión de que la tecnología que ofrece las mayores garantías es bastante incompatible con la usabilidad.

Ahora bien, si finalmente se asume reducir garantías, como la mencionada de integridad, en detrimento de una mayor usabilidad, eso ya es una cuestión que debe tomarse en un consenso que transciende a los TIC. 

Mientras tanto, es encomiable el esfuerzo incesante de los TIC para convivir con ese gran problema, en el que los navegadores no están ayudando,  y se buscan continuamente soluciones, algunas recientes con buena pinta como es el caso de Autofirma.

Con todo esto, lo que estoy diciendo, es que como miembro orgulloso que soy, considero al cuerpo TIC imprescindible para la modernización y la plena transición a la Administración electrónica. Todo ello supone vencer grandes escollos como he comentado. Ahora bien, esto no quita para poder hacer autocrítica sobre algunas de las actuaciones realizadas en aras a tratar de mejorar.

Por esta razón, aunque en algunos artículos valoro directamente el trabajo ejecutado, en otros sí que disiento y lo manifiesto públicamente. De hecho tiendo a que primen los segundos sobre los primeros porque los considero más instructivos.

De momento seguiré el consejo del Señor Lobo – el gran personaje de Tarantino en Pulp Fiction- que tras ser llamado para resolver un problema, y una vez que más o menos estaba encauzado aunque no finalizado, y empezaba a ver como reinaba un excesivo clima de satisfacción y buen rollo entre los presentes dijo (aunque algo versionado por mi parte) lo siguiente:

“Centrémonos en resolver el problema. Para chuparnos las pollas mutuamente ya habrá tiempo”.

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