Un compañero entró en su despacho. Jesús le contestó con monosílabos,
invitándole a salir de allí. No estaba de humor.
Era el tercer informe que Jesús debía cumplimentar en lo que
iba de semana. Teniendo en cuenta que estábamos a miércoles las cuentas salían
exactas: uno por día. Gran parte del horario laboral dedicado a esos
menesteres.
Ciertamente había hecho un gran esfuerzo con los dos
primeros informes de la semana tratando de ser profesional y poniendo la
máxima dedicación y rigor en su redacción. Sin embargo, en este último había
recurrido, puede que en exceso, a las argucias del copiar y pegar para
completarlo.
Pese a no ser sello de su identidad ni mucho menos, la
personalización del informe brillaba por su ausencia y el trabajo realizado
estaba constituyendo un mero trámite para Jesús. – Total para que luego la
persona que lo pidió en la larga cadena de montaje por el que ha pasado, ni
siquiera se lo lea o como mucho lo haga en diagonal…- se justificaba.
Como si de un autómata se tratase, abrió su Outlook y
redacto un minúsculo correo indicando sin pena ni gloria que adjuntaba el
informe dictado. A punto estaba de enviarlo, cuando en su bandeja de entrada
saltó un aviso de un correo entrante en respuesta al informe que había enviado
el martes.
Se pensó lo peor. No había
razones para considerarle una persona pesimista, sin embargo la experiencia
adquirida le hacía presagiar que el email recibido guardaría relación con la
necesidad de retocar en gran medida el informe que realizó con tanto esmero. - Maldita
burocracia- murmullaba.
Con gran desgana, y
desobedeciendo su metodología de trabajo para mantener el foco en la tarea en
curso basada en Pomodoros que tan
fácilmente sucumbía a tentaciones, abrió el correo para confirmar su vaticinio.
La sorpresa, en cambio, fue muy grata. En lugar de pedirle
más aclaraciones sobre lo previamente mandado o aleccionar sobre el estilo de
escritura empleado, el correo se limitaba a agradecerle el magnífico trabajo
realizado y felicitarlo sin ambages de ningún tipo.
Varias veces leyó aquellas líneas frotándose los ojos tratando
salir del asombro. El agradecimiento ante un informe bien presentado era tan raro
que en una casa de apuestas se hubiese pagado una buena suma por aquel caso. Al
ser el solicitante alguien ajeno a su unidad sin ninguna tipo de relación
jerárquica con él, confirmaba la autenticidad de aquella muestra de gratitud
plenamente desinteresada.
Jesús, sonriendo frente a la pantalla y saludando efusivamente
a un compañero que se había asomado desde el otro lado de la puerta, se centró nuevamente en el correo que tenía pendiente de mandar. Hizo una pequeña pausa y, conteniendo a su dedo índice de la
acción que tenía asignada, decidió no dar al botón de envío todavía. En su lugar abrió el
documento Word adjuntado y comenzó a
trabajar a fondo sobre el mismo durante varias horas más antes de hacerlo.
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