Carlos, un chico joven recién aprobado en la oposición TIC
para la Administración General del Estado, había entrado a trabajar por la
puerta grande. Adrián, su jefe, le estaba esperando con los brazos abiertos,
haciéndole responsable de un proyecto con gran actividad y que requería acometer
una tarea urgente.
De este modo, sin apenas tiempo para aterrizar, trató de asimilar
todo lo posible acerca de la aplicación evitando distracciones. Carlos además
de su juventud era muy apuesto, siempre destacaba ante el público femenino en
los lugares a los que iba. En la oficina, ya había sucedido que una alta
directiva de nombre Julia, había puesto la mirada sobre él y, aunque
sutilmente, había mostrado sus intenciones enviándole algún email con regusto
picante. Él, aunque de momento soltero y
pese a considerarla atractiva, había preferido no contestar aquellos
correos. Prefería no mezclar temas personales con el trabajo, y el hecho de que
Julia fuera una persona muy relevante en la organización, no le hacía cambiar
de parecer. Creía en la meritocracia y se consideraba buen profesional como
para necesitar de ese tipo de artimañas para crecer profesionalmente o
simplemente sentirse valorado y reconocido.
Pasaron algunos meses desde su primer encuentro con Adrián y,
con exactitud aritmética, cumplió su compromiso de tener lista la nueva versión
del proyecto. Su jefe le había pedido agilidad y así había obrado. Apoyado en su
equipo, consiguió tener a tiempo todos los scripts y fuentes necesarios, sólo
faltaba atar los flecos del pase a producción. Para ello se convocó una reunión
con los responsables de sistemas a fin de planificar y asignar tareas.
Ya en la reunión, Carlos repasó brevemente a los asistentes
el trabajo realizado poniendo especial énfasis en que la ejecución de los
scripts era delicada, llevaría tiempo y debía ser implementada por su equipo, que era los que
conocían su funcionamiento.
Enseguida recibió un directo y frontal rechazo por los
compañeros allí presentes. Aquellas actuaciones eran intolerables teniendo en
cuenta que si algo iba mal, el personal de sistemas tendría la responsabilidad última. Por tanto,
ellos debían conocer con el detalle necesario todo lo que se iba a hacer e
incluso realizar la ejecución de los scripts en colaboración con los
desarrolladores.
Carlos, que era bastante diplomático, reconoció que
efectivamente lo que le proponían era una buena práctica. Con todo, indicó que
su jefe había exigido que no hubiese retrasos y modificar ahora el
procedimiento de actuación no era compatible con aquello. No obstante, aceptó
cambiar el modus operandi en posteriores versiones del sistema. Añadió, eso sí, su gran
sorpresa por la disconformidad con su propuesta, teniendo en cuenta que su
equipo le había comunicado que durante más de cinco años habían trabajado de
ese modo, completamente independientes de sistemas para los pases a producción y
sin ningún tipo de rechazo por nadie, al haberse definido el proyecto como
prioritario.
Pese al buen tono de Carlos y sus razonables motivos, el resto no cedió en sus pretensiones y
durante dos arduos meses se limitaron a explicar concienzudamente al personal
de sistemas las tareas que suponía el cambio a la nueva versión en cuanto a
bases de datos y almacenamiento.
Finalmente, con un gran retraso y sintiendo que el control
de sistemas había sido completamente desproporcionado, ha llegado el día de su puesta en producción.
Ha significado para él un gran desgaste a consecuencia del
duro trabajo y lo poco gratificante de la experiencia de los últimos meses, por
no mencionar el continuo quejido de su equipo y las constantes
comparaciones a las que se vio sometido
por ellos cuando valoraban la incómoda forma de trabajo actual frente a la
situación anterior.
En la mañana de hoy, Carlos está desayunando con otros
compañeros. Durante la conversación, alguien está preguntando por el gran
ascenso que Jorge –el chico que estaba al frente del proyecto previo a Carlos-
ha tenido recientemente. Otro, a bote pronto responde casi de forma inmediata:
- no sé de qué os sorprendéis, todo el
mundo sabe que Jorge es íntimo de Sergio “el gran jefe”.
Carlos, que estaba mojando la tostada en el café, ha quedado
paralizado ante aquellas palabras hasta tal punto de que la tostada, ya
empapada, ha terminado por caer a plomo dentro del café salpicándole la camisa.
Había oído hablar demasiado a sus subordinados sobre lo cómodo, práctico y sin
ataduras de ningún tipo a la hora de trabajar con Jorge, como para que esas
palabras no surtiesen efecto alguno en su cabeza.
Al volver del desayuno Carlos, sin pensarlo dos veces, abre
el correo y responde uno de los mensajes que Julia le había mandado. Su texto
es mucho menos sutil que las disimuladas propuestas que ella le enviaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario