-Necesitamos liderar el proyecto. No podemos permitir que la
otra unidad tome la iniciativa. Se trata de una aplicación capital y debemos
estar a la altura de las circunstancias.-
Esas nítidas instrucciones fueron las que recibió de su
manager jefe antes de salir a la cancha donde se celebraba la trascendental
reunión.
A partir de entonces, los preparativos cobraron
protagonismo. Comprobó que su portátil estaba en buen estado, le puso nueva funda a modo de empuñadura, se
pertrechó con una muñequera para evitar el dolor ante los fuertes y continuos impactos
de teclado, recopiló USBs y demás accesorios necesarios entre los que no
faltaban las bebidas energéticas.
La mañana previa había estado calentando en la misma pista,
comprobando que la red y el proyector eran los adecuados. No quería imprevistos
de ningún tipo y salir a competir rodado en el mismo escenario le daba ciertas dosis
de tranquilidad.
Había entrenado bien durante la temporada y se sentía
preparado, aunque la presión era patente y esperaba responder bien a las
expectativas generadas. Enfrente, un
rival de gran entidad que no le pondría las cosas nada fáciles. Se conocían
desde hace tiempo y ambos entrenaban en el mismo centro: la Administración
Pública. El duelo representa un derbi. El trofeo, ni más ni menos, dilucidar quién
ostenta la hegemonía en ofrecer el servicio.
Comienza el encuentro, exhibiendo un gran juego por su parte. Se
distancia en el marcador y el público asiste aplaudiendo comedidamente, sin
atisbos de pasión dado lo desigual de la confrontación. Toda la demo inicial es perfecta, no dando opción alguna a su contrincante. Así llega el punto de
partido.
En ese preciso momento, las tornas cambian súbitamente. El
contraataque del rival es severo haciendo valer su mayor madurez y mejor
posicionamiento en la pista. El partido se iguala, pero el graderío permanece frío incapaz de decantarse por ninguno de los
dos "tenistas".
La pugna ha dejado ya de transcurrir por el plano técnico
convirtiéndose en un combate psicológico y estratégico. Lleno de ataques y
contraataques sibilinos maniatando cualquier conato de buen juego para desilusión
de los espectadores que no aprecian jugadas de calidad. No es de extrañar que incluso algún silbido se escuche de fondo. Han pagado la entrada, son soberanos y la competición no resulta vistosa.
El marcador refleja iguales en este preciso momento. Las
fuerzas de los adversarios son ya escasas. De repente, sin causa fundada, aflora un sentimiento
recíproco de cariño entre ambos. El comentarista no sabe muy bien si achacarlo
al inmenso esfuerzo ejercido o a que finalmente ha imperado la deportividad al
pertenecer ambos al mismo centro de entrenamiento. Gestos de sorpresa invaden
el estadio, cuando los tenistas se dirigen a la red y se tienden la mano comenzando
a hablar deportivamente entre ellos.
El partido se detiene, declarándose las
tablas. Uno de ellos atiende al periodista
y comenta públicamente:
-Hemos decidido olvidar las individualidades y jugar dobles
como compañeros. Pensamos que nos irá mejor y que todos podrán disfrutar más de
nuestras virtudes trabajando en equipo. El partido que estaba teniendo lugar
era completamente absurdo, somos compañeros y perseguimos los mismos objetivos.
Desde el público estalla una gran ovación aclamando con
estruendo la decisión tomada. Saben que al unir sus fuerzas, ahora podrán presenciar mejor
espectáculo. Ellos son los principales beneficiados.
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