La confrontación hombre-máquina persiste aunque el paso del tiempo es un gran
aliado de la segunda y debería darle la victoria final. Obviamente no es una batalla al uso, el
hombre mientras salvaguarde su bienestar, no se vulneren principios morales y continúe
al mando de toda la infraestructura tecnológica está encantado de que la máquina vaya adquiriendo cada vez más
competencias y responsabilidades. Más tiempo libre, mayor eficiencia y eficacia
son algunos de sus argumentos para dejarse derrotar sin lamentos.
En estos últimos años la máquina ha pisado el acelerador con
fuerza, sin embargo todavía hay nichos
que se escapan a su control. Así, en mi caso todavía sigo haciendo la cama todas
las mañanas si no quiero que mi mujer empiece el día con mal semblante.
Esta gran lucha se extiende a todos los ámbitos, incluido la
Administración Pública. Cada vez son más las tareas automatizadas que se
realizan en el sector público, y si no se consigue que sean plenamente
automáticas, al menos sí que se apoyan en la tecnología para realizar cualquier
trámite que tenga lugar.
Los TIC son los conductores de las máquinas en la
Administración en su camino a la victoria. Somos humanos sí, pero en la batalla
hombre-máquina nos decantamos por la máquina. No es una traición, ya explicamos
que el hombre prefiere ser derrotado.
El peligro de las guerras es que no gustan las medias
tintas. En las mismas, al igual que sucede también en otros deportes de
competición, la confianza en uno mismo juega un papel trascendental. En el momento que se prueba las mieles de la
conquista, sirve de acicate para querer más, se gana moral y ya no hay quien lo
pare. No existe la mesura y solo se vislumbra aniquilar al rival.
Ese escenario es el que tenemos en la Administración. Las
TIC conquistando absolutamente todos los procesos y procedimientos tanto de
gestión interna como de cara al ciudadano. No dejando títere con cabeza,
buscando incluso victorias no ya sólo en el plano práctico sino también de carácter
psicológico como es el caso de propugnar que la denominación correcta de Administración
debiera ser Administración Electrónica porque o es electrónica o directamente
no es. Casi similar al tema de Cataluña con su conflicto de identidad: nación,
región, país, etc.
La última táctica militar digital que me ha llegado es el
objetivo de conquistar el proceso de decisión de la productividad de los
empleados públicos. Más que a la
productividad, lo que he escuchado es a lo que se conoce como bufandas y que vienen
a ser algunas pagas muy esporádicas que se llevan a cabo para premiar el
trabajo bien realizado del personal.
La productividad y, en mayor medida las bufandas, son la
parte de la nómina más asociada al rendimiento y méritos del trabajador. La
productividad en bastantes ocasiones se haya definida de antemano, ligándose erróneamente
a temas de horario. Las bufandas, al menos en mi experiencia, sí que son más
discrecionales, pudiendo generalmente el superior jerárquico decidir
voluntariamente la parte que corresponde a cada trabajador.
Se trata por tanto, hasta ahora de un terreno donde el
hombre domina en la decisión, y eso a la máquina no le sienta bien y pretende
arrebatárselo.
Las operaciones militares que está llevando a cabo en este
sentido son sistemas de información que persiguen la asignación automatizada de
productividades. Hay alguna propuesta ya concreta y con inversión ejecutada, como
veo que todavía no están publicados me abstengo de mencionarla.
Resumidos en crudo, estos sistemas mediante una fórmula
matemática que presenta como componentes principales un indicador de trabajo
(como puede ser el número de expedientes resueltos), el número de personas que
han intervenido en el mismo y algún que otro adulterante para diferenciar casos
en cuanto a la ponderación del coste del indicador en cuestión, consiguen mágicamente asignar de forma objetiva y mucho más justa lo que debe
corresponder a cada trabajador en cuanto a bufandas y/o productividades.
Que queréis que os diga, reducir y simplificar la calidad
del trabajo realizado por una persona a una fórmula objetiva, obviando por
ejemplo que hay muchas tareas que se realizan que no están cuantificadas, que
todo está interrelacionado no pudiéndose disgregar el trabajo que hace una
persona de una forma objetiva, y el clima de competitividad que fomenta en vez
de cooperación, me parece completamente fuera de lugar.
Me imagino si finalmente los sistemas de decisión se
implantasen, al personal examinando la fórmula detenidamente y atendiendo
exclusivamente los parámetros de la misma. Dejando a un lado todo lo que no
venga reflejado en ella. Los efectos
secundarios que se producen con las batallas hay que tenerlos muy en cuenta.
Concluyendo, la subjetividad para valorar como se realiza el
trabajo es harto necesaria. Sin duda,
cuando entra en escena la arbitrariedad se producen casos injustos, pero al no
existir el sistema perfecto en este sentido, se convierte en el mejor de los
sistemas posibles. Por el momento, el hombre no puede perder esta batalla concreta contra la máquina y los TIC no debemos conducirlas hacia el éxito. Centrémonos mejor en otras guerras.
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