Me apasiona el cine. De forma habitual
suelo ir a ver algún estreno a pesar de lo caro que está. El sábado
pasado fui con bastante ilusión a comprar las entradas en la
taquilla con mi mujer y cuando me encontraba en la cola, al cabo de
unos minutos nos percatamos que no avanzábamos nada. Finalmente,
tras una pesada espera, se nos comunicó que el sistema informático
estaba roto y que estaban tratando por todos los medios de
solucionarlo.
Hubo gente que se fue, pero en nuestro caso, que habíamos estado deseando que llegara el día del cine, decidimos esperar a ver si se solucionaba y poder cumplir con nuestras expectativas. El desenlace fue que el sistema no se resolvió. Los que pacientemente permanecimos en la cola tuvimos que estar mucho tiempo esperando, hasta que finalmente se nos indicó que mejor volviéramos dentro de un rato para ver si en la próxima sesión estaba solucionado. El daño causado fue grande, no ya sólo por el dinero que se dejó de recaudar ese día, sino también por la imagen dada.
¿Por qué cuento esta triste
experiencia vivida? Para argumentar sobre la falibilidad de la
tecnología y cómo algunos “malos gestores” encargados de la
tramitación de un determinado servicio se escudan en problemas que
presentan las aplicaciones informáticas en las que se apoyan para no
realizar diligentemente sus cometidos. “Como no funciona el
programa no puedo hacer nada, lo siento mucho”.
El otro día escuchaba a un experto en
inteligencia artificial y robótica responder una pregunta sobre la
seguridad que presentaba la automatización de ciertas tareas
críticas. Su respuesta fue algo parecido a lo siguiente: la
seguridad y fiabilidad plena no se puede garantizar, lo que se trata
es que la sustitución del trabajo manual por el automatizado sea más
seguro y con menos tasas de error. Eso es suficiente para justificar
la automatización. Sustituyendo o añadiendo en la
anterior frase a la palabra seguridad el término de eficiencia,
tenemos el objetivo deseado al implantar aplicaciones Web para
tramitación de procedimientos.
La incorporación de la tecnología
en los procesos de trabajo debe servir para que por término medio y
en la mayor parte de las veces se ahorre tiempo y sea más cómoda su
operativa. Pero es un error entenderla como la única forma de
trabajo que debe funcionar sí o sí o, de lo contrario, tener una
excusa para no hacer el cometido que toque. Un usuario debe tratar de
estar preparado a hacer frente a posibles fallos informáticos.
Me explico: cuando no existía
tecnología, todo era mucho más lento, había más probabilidad de
errores y en definitiva menos eficacia pero las tareas se realizaban.
Ahora, sin embargo la dependencia de las tecnologías empieza a ser
tal, que si por un casual (o no tan casual ya que muchas tecnologías
todavía no están maduras) fallan, entonces se bloquea completamente
el trabajo hasta tal punto de que hasta el informático de turno
no consigue resolver el problema todo se colapsa.
Efectivamente la legislación exige
disponibilidad 24 x 7 de ciertos servicios electrónicos, pero a lo
que me refiero es un requerimiento que va más allá, es a la
perfección de que todo salga bien y eso no es posible garantizar. Por ejemplo, si la aplicación genera
un acta o un documento electrónico y por la razón que sea no lo
ejecuta bien y no coge un dato que debería, pues evidentemente los
técnicos tendrán que corregirlo, pero mientras tanto, el trabajo
debe continuar y el gestor deberá introducir a mano con el Word ese
campo como se ha hecho toda la vida.
Los tramitadores de los
procedimientos deben disponer de un plan de actuación que les
permita trabajar cuando la tecnología implementada falle o dé algún
tipo de problemas. No se puede fiar todo a la informática ya que
esta no es una ciencia exacta como las mátemáticas sino que está
construida y desarrollada por seres humanos que se equivocan.
Otro aspecto que me choca es la
asincronía entre la inversión y la utilización de los servicios.
Actualmente, es una realidad que la inmensa mayoría de los procesos
están soportados tecnológicamente y aquellos que todavía no, están
en vías de transformarse. La gestión de la compra de entradas de
cine no es una excepción, al igual que casi todos los procedimientos
de administración tanto para ciudadanos (englobando a particulares y
a empresas) como a los propios funcionarios en la tramitación de sus
gestiones. Por este motivo es incuestionable que la inversión en las
TIC es harto necesaria. Si se ha dado el paso de automatizar tareas y
dar soporte informático a los procesos es porque realmente se ha
admitido que es más eficaz y eficiente que la operativa manual. Sin
embargo, las aplicaciones y demás tecnología implicada lejos de
estar terminada, necesita de un mantenimiento correctivo, adaptativo
y evolutivo que haga posible ofrecer el mejor servicio. Además, está
toda la parte de la innovación, tratando de buscar soluciones
disruptivas y novedosas que suponga un cambio cualitativo de las
soluciones actualmente implementadas.
Echo la vista atrás y recuerdo cuando
llegué a la Administración. Las aplicaciones eran usadas sólo por
unos pocos y ahí sí que podías atender bien cualquier problema.
Había tiempo para ayudar de forma personalizada y si me apuras
corregir defectos casi en tiempo real. Ahora, sin embargo, el uso de
los aplicativos ha experimentado un boom y las aplicaciones de
intranet son usadas por casi todos los potenciales usuarios. No así
las disponibles para los ciudadanos, en donde todavía hay bastantes
reticencias y problemas a resolver, como la seguridad y la formación.
No tiene sentido que tengamos menos
inversión ahora, que es cuando realmente todo depende de la
tecnología, que hace un lustro donde los aplicativos apenas eran
utilizados por unos pocos. Es ahora cuando surgen los problemas
reales y hay que trabajar duro para afinar, pero sin inversión es un
contrasentido.
Concluyendo, en la operativa diaria de
los gestores debe estar planificada la contingencia de que los
sistemas informáticos pueden fallar y en ese caso saber seguir sin
ellos, al igual que se hacía antaño cuando no existía tecnología.
A veces no es fácil la convivencia entre lo electrónico y el papel
pero lo que desde luego no se puede asegurar es que todo lo
tecnológico funcione siempre perfecto y menos si cabe cuando la
inversión es a la baja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario